EL OMBLIGO DEL MUNDO

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viernes, agosto 11, 2006

El ensayo boliviano


Si las comparaciones históricas fueran válidas estaría tentado en pensar que en Bolivia sucede algo similar a lo que intentaron los chilenos en el 70. ¿En qué sentido? Una alianza social muy radical, movilizada, sedienta de beber luego de un recorrido extenso y desértico llega al gobierno, y desde ahí debe atravesar la tensión que significa auto limitarse en sus fuerzas con el fin de conducir un proceso político al que debe modificar a la vez que respetar. En síntesis, el ensayo de la revolución democrática. La connotación "socialista" que algunos le dan (como Stella Calloni) es menos relevante: ya sin guerra fría habrá que preguntarse qué significa tal término. De todas maneras el vicepresidente Alvarez Linera -marxista declarado él- viene repitiendo que su programa no apunta a disolver el capitalismo (¿habrá que preguntarse que significa esto también hoy en día?) sino a desarrollarlo bajo premisas nacionales.
Pero, decía, esto es menos relevante. Lo interesante, creo, es ver como esa fuerza mayoritaria, pero aún mas importante, politizada y movilizada, encuentra la racionalidad política para caminar por la delgada cornisa que parece ser el único sendero posible de éxito: redimir a las mayorías sociales, aunque sea en términos culturales y políticos que ya sería mucho, a la vez que logra incorporar en un pacto tácito a los minúsculos pero irremplazables sectores dominantes. Poniendo un ejemplo concreto: del total del presupuesto nacional, el aporte de Santa Cruz (la región de la abundancia en el país de la pobreza, de la blancura en el país de los indios, el bastión electoral de la derecha) al tesoro nacional es de más del 40%. O sea, Houston, tenemos un problema. Se podría pensar que no es distinto a cualquier situación donde el Estado tenga que recaudar en los sectores adinerados para distribuirlo hacia abajo. Pero sí. Porque en el caso de Bolivia, al estar la riqueza concentrada en una región (donde no solo viven ricos, obviamente) la posibilidad de que la burguesía local invoque con éxito al conjunto de la población en defensa de sus intereses es bien alto, como lo demuestran los números de la última elección.
El ensayo boliviano es también toda una novedad en otro sentido. A diferencia de otros gobiernos progresistas de Latinoamérica, éste es hasta ahora el único que se somete al escrutinio casi cotidiano de las fuerzas sociales que le dieron nacimiento. En el resto de los casos podemos encontrar o bien una sociedad no tan movilizada donde el gobierno va a la cabeza de los cambios -como en el caso de Argentina- o bien un gobierno que "fogonea" la construcción política de la sociedad, pero que la utiliza más como herramienta legitimadora que como espejo donde mirar sus logros y flaquezas -como podría pensarse a Venezuela-. Bolivia en cambio parece intentar llevar a la praxis la romántica idea zapatista: mandar (gobernar) obedeciendo. Aunque podamos acordar rápidamente que un cumplimiento cabal de esto lleva indefectiblemente a la anulación de ambos términos (no se puede "mandar" a la vez que se "obedece") la sola aproximación a una situación política donde un poder estatal se auto-someta al escrutinio de organizaciones sociales -que además no controla 100%- merece, creo, el término de revolucionario, y tal vez más, el de arriesgado. En unos días, Evo prometió que iba a llevar a su gabinete a rendir cuentas ante los movimientos sociales que, ya avisaron, tenían duras críticas que hacer a muchos ministros. Se verá. Un buen dato es que no todas parecen ser corridas por izquierda: según se publicó algunos sectores sindicales pedirán la renuncia de la ministra de justicia (una ex-trabajadora doméstica) para que la reemplace "UN jurista". Habrá que darle la razón al amigo Paniagua que gusta en afirmar que los pueblos -aún sus organizaciones, si son representativas- son cualquier cosa menos troscos.
A estas encrucijadas políticas, se le podrían añadir un sinnúmero de problemas económicos, que además se conectan con esa necesidad de caminar por la cornisa de la que hablábamos antes. Cómo resumen, digamos que si bien la nacionalización de los hidrocarburos "se hizo", YPFB acaba de reconocer que no tiene ni el capital, ni la infraestructura para realizar una nacionalización efectiva, es decir hacerse cargo en término reales de la desición política. Confiemos en que la sabiduría indígena (esa que les hizo aguantar 500 años) les de la paciencia necesaria para que los cambios, aunque no sean ni totales y veloces, se puedan concretar.