¿Es un avión, un OVNI? ¡No, son los superpoderes que destruyen la república! (un enojo con BS)
Son tiempos en que al gobierno, más específicamente a Kirchner, se lo acusa de hegemónico, de tener tendencias totalitarias. Esto no sucede desde algún rincón particular del arco político o ideológico sino que puede rastrearse en declaraciones de figuras que van de la derecha a la izquierda, pasando por todos los matices. Puede estar en boca de políticos, dirigentes empresariales, periodistas, religiosos y la lista sigue. Una suerte de transversalidad opositora ha encontrado en esa acusación vaga pero cada vez más arraigada en el magma del sentido común su punto de encuentro, su piedra fundamental desde la cual edificar el discurso antikichner, que tan difícil fue construir, si quiera pensar, en estos primeros tres años. De aquí en más, para todos los que se sientan oposición, ya sea orgánica o suelta, institucional o callejera, el primer pensamiento que tendrán sobre K será: hegemónico. Lo cual, dado el grado de conflictividad política que se alcance, desnudará el verdadero pensamiento: esto no es democracia. Eso dirán (en verdad, ya se desprende de las últimas editoriales de La Nación) los opositores y eso dirán sus bases. La fórmula es sencilla, efectiva y tiene algo de credibilidad, he ahí su potencialidad y su peligrosidad. Ya se escucha el repiqueteo: la democracia no es votar cada dos años, para que una democracia sea tal, deben cumplirse los mandatos republicanos. Kirchner desprecia a las instituciones y por lo tanto atenta contra la república. Así, incumple con los mandatos que hacen a la democracia. Lo cual lo vuelve antidemocrático. Toda esta pirueta ramplona es fácil de rebatir, pero lo interesante es ver de qué manera opera como herramienta de un sector de la clase política y de los profesionales de la comunicación para sobrevivir a este tiempo de mayorías tan abrumadoras. Recordemos la honesta síntesis que hiciera Lanata sobre por qué le disgustan tanto los ´70 (y es ese período el que actúa como fantasma intranquilizador de los opositores) “había demasiada gente de acuerdo en demasiadas cosas”. Es en la diversidad, en rigor un tipo específico de diversidad, donde muchos encuentran sosiego. La totalidad que ellos creen combatir es en verdad la mayoría que no quieren. El miedo tiene su fundamento: la mayoría (recordemos que es la reina de la democracia, aún de la representativa y burguesa) se parece a la totalidad. Es su imitadora. Desde la Revolución Francesa para acá a la pregunta de quién decide se ha encontrado una respuesta racional pero no exenta de problemas. Las mayorías. Éstas han reemplazado al poder absoluto del monarca. Pero no son sólo su contracara, son también su continuidad. Siempre hay algo de absoluto (y de arbitrario) en el poder de las mayorías. Pero hasta ahora, como dice el dicho popular, no se ha inventado un sistema mejor.
Hasta aquí, en una demostración de tolerancia republicana y democrática profunda, intentamos comprender a ese conjunto heterogéneo y aún diseminado que llamamos oposición. En general, personajes menores, de relativas pocas luces. En su defensa debemos decir que casi todos están en el deber de articular un discurso que explique y ordene sus posicionamientos, aunque las bases argumentativas y secuencias lógicas de aquél sean muy dudosas, ya que, en definitiva, están representando intereses económicos y sociales que deben ser atendidos urgentemente. La pérdida de poder político por parte de los grupos económicos bien merece un editorial que al menos plante bandera y deje testimonio de tamaña injusticia. Lo que en verdad irrita (el verbo puede modificarse, ampliarse o mutar según el día, hoy me quedo con este) es que algunos pensadores respetables rebajen su poder de comprensión, y por lo tanto su nivel discursivo y hasta estético, como única respuesta al muy intrincado panorama que les plantea el kirchnerismo. Tenemos que reconocer que el kirchnerismo es una empresa difícil de defender. Como cualquier tradición política argentina verdadera y auténtica es mañosa, no se ajusta a los estándares internacionales ISO 9000, digamos. Dicho esto, es esperable que la tarea de un intelectual sea la comprensión de hechos y procesos complejos, ya que la realidad misma lo es.
Lo que estoy queriendo decir es que se puede entender y hasta sacarnos una mueca simpática que un tipo como Grandona diga que K es antidemocrático. Es lo que uno espera como acusación de alguien que fue golpista hasta el 89/90. Para que una mentira sea creíble es necesario que sea la contracara exacta de la verdad. Hay en Grondona además hasta un deber social, una representación de clase (“yo soy un hombre del campo”, suele decir en los últimos programas antes de hacer gremio contra la política de precios, las retenciones y el control de exportaciones del gobierno).
Lo que estoy queriendo decir es que se puede entender y hasta sacarnos una mueca simpática que un tipo como Grandona diga que K es antidemocrático. Es lo que uno espera como acusación de alguien que fue golpista hasta el 89/90. Para que una mentira sea creíble es necesario que sea la contracara exacta de la verdad. Hay en Grondona además hasta un deber social, una representación de clase (“yo soy un hombre del campo”, suele decir en los últimos programas antes de hacer gremio contra la política de precios, las retenciones y el control de exportaciones del gobierno).
En cambio, ¿qué decir de alguien como Beatriz Sarlo? ¿Cómo puede justificarse, siquiera entenderse, su ultima nota en la Tribuna de Doctrina? Es muy difícil. Vamos a citar el componente central de la nota:
"Kirchner es un setentista cultural. Y un hombre de los pragmáticos 90 en la política de todos los días. Incluso la mezcla no sería necesariamente mala, si no fuera por el hecho de que es "espontánea".
"Kirchner es un setentista cultural. Y un hombre de los pragmáticos 90 en la política de todos los días. Incluso la mezcla no sería necesariamente mala, si no fuera por el hecho de que es "espontánea".
Podría ser una buena mezcla si la sensibilidad popular y el igualitarismo, como ideales setentistas, se hubieran mantenido después de una crítica profunda del carácter autoritario, despótico, sin principios y sin moral, de los instrumentos utilizados por el peronismo revolucionario a partir del asesinato de Aramburu. Y tampoco la experiencia de los 90 sería siniestra si lo que de ella se conservara fuera el respeto por la dureza de las leyes económicas, respeto que los años 90 decían tener pero que en realidad transgredieron la mayor parte del tiempo, poniendo a la Argentina en el camino de una crisis que pudo ser fatal. Pero si lo que queda de los 90 son algunos procedimientos políticos cuestionables, la mezcla puede volverse peligrosa: desprecio setentista por las instituciones republicanas, afirmación de la política plebiscitaria que conduce a una ciudadanía adormecida entre cada una de las elecciones y manejos imperfectos de los recursos públicos para sojuzgar a todo aquel que tenga responsabilidades de gobierno provincial o municipal".
Ah! bueno. ¡Qué ensalada Beatriz!
Es verdad que Kirchner tiene componentes setentistas y noventistas, pero los que expone la señora están mal. Supongamos que K tenga desprecio por las instituciones. Un hecho que aún merece ser comprobado, al menos puesto en perspectiva con otro presidente del pasado, con alguna experiencia regional, no sé, algo que le de carnadura al mote. Pero supongamos que es así. ¿Qué relación puede tener con los 70? ¿Qué contacto existe entre la idea setentista de que las masas van a rebasar el accionar democrático-burgués con que Barrionuevo vote los superpoderes a Alberto Fernández? O con gobernar con decretos de necesidad y urgencia. Parece un poco trasnochado. O superficial: Kirchner tendría un chip setentista que, amén de haber abdicado de la revolución social, sigue queriendo destruir las instituciones republicanas. O sea, continúa con el medio, aunque el fin se haya desdibujado. O sea, Kirchner está loco. En verdad, el manejo personalista del poder es un legado más menemista que setentista, una reformulación de prácticas que el discurrir de la democracia pos-dictadura fue instalando lenta y progresivamente, desde el gobierno de Alfonsín. Y que atraviesa todos los escalafones ejecutivos de la estructura estatal nacional, provincial y municipal. Es un producto (con luces y sombras) de los últimos 20 años, no 40.
Pero se pone cómico cuando sostiene que “...tampoco la experiencia de los 90 sería siniestra si lo que de ella se conservara fuera el respeto por la dureza de las leyes económicas…” Si algo enoja a todos –la CTA vive recordando que hay un superávit que no se distribuye, la derecha vive maldiciendo la “caja” que tiene K producto del manejo “hasta ahora responsable” de la política macroeconómica y debe contentarse con hablar de incorroborables climas de inversión, al parecer destemplados- es la reverencia de este gobierno a esas leyes económicas de los 90. Y como ella misma reconoce, leyes que en aquellos años eran más declamadas que puestas en práctica, pero que hoy se siguen a pie juntillas.
Después está eso de “política plebiscitaria que conduce a una sociedad adormecida”. Ajá. Primero un apunte fáctico: ¿Dónde está lo plebiscitario en el gobierno? ¿Se ha aplicado el referéndum como herramienta para llevar adelante políticas específicas? ¿Se han realizado asambleas populares o cabildos abiertos para que el pueblo reunido diga si “vamos bien o vamos mal General”? No, nada de eso, tan solo se ha votado y ha ganado el gobierno. Qué le vamos a hacer, así es (a veces) la democracia, que no es solo la primavera alfonsinista Beatriz, es algo mucho mas grande que eso. El segundo comentario es ideológico: ¿Cómo es que una política plebiscitaria conduce al adormecimiento? En el relato sarleano –el que desnuda en La Nación, sospecho que debe tener otros menos reaccionarios en otras ágoras- el plebiscito es visto como rémora hitleriana, como truco circense para que una masa enceguecida afirme lo que su líder ya ideó. Habría que preguntarse quién se quedó en el 45. Eso supone la existencia una sociedad homogénea, políticamente monocorde. Un conjunto humano mayoritario que asumiría (dormido) el discurso oficial. Pero la verdad es que la sociedad argentina de 2006 es muy otra cosa. Es un archipiélago de intereses, discursos e identidades tan vasto y divergente que el riesgo que corremos no es el de la multitud plebiscitadora sino el desmembramiento del conjunto que alguna vez fueron “los argentinos”. ¿Qué hilos de intereses, discursos e identidades vamos a tejer para que un paranoico vecino de Belgrano financie la erradicación del mal de chagas de una comunidad Toba en el Chaco? ¿Cómo para que el pequeño productor ganadero vea que el albañil de Morón que compra una tirita de asado no le puede pagar la carne en euros? Ojalá encontremos plebiscitos que nos vayan reconstruyendo como parte de algún proyecto colectivo. Y por último, ¡pobres gobernadores e intendentes sojuzgados por el poder presidencial! Desde hace diez años los analistas políticos vienen sosteniendo que hay un fenómeno que se repite cada vez con mayor frecuencia: los poderes locales, territoriales, provinciales se consolidan y fortalecen. Los oficialismos locales son en cada elección más difíciles de derrotar por otras fuerzas. Y para esto no hace falta sino mirar que magro a resultado el juego del gobierno en ese sentido. En muy pocos casos ha logrado imponer él la candidatura para gobernador. En la mayoría de los casos el poder central ha tenido que entenderse con el poder constituido localmente y armar alianzas con jugadores que no eligió. Qué el fisco nacional es parte de las negociaciones políticas entre las provincias y la nación es una historia que se repite desde el roquismo sin solución de continuidad. ¿Por qué no se emplea la tesis del sojuzgamiento cuando se acusa al presidente (con razón) de haber apoyado políticas noventistas en su época de gobernador? ¿Tan difícil es ser un poco riguroso a la hora de opinar?
Finalmente, del relato sarleano podría desprenderse, sumándole cierta dosis de racionalidad y buena leche, que en verdad Kirchner es un poco esa combinación virtuosa que ella imagina como reverso de la espantosa criatura que habita las pesadillas de la ensayista. Kirchner tiene de setentista cierto “idealismo igualitarista y sensibilidad social”, mezclado con el noventista reconocimiento al poder que ha sabido construir “la economía”, ese animal carnívoro que desde los ochenta actúa como racionalizador, como marcador de raya de lo políticamente posible. Ese idealismo puede rastrearse en cualquier discurso presidencial: Kirchner ha desempolvado la palabra igualdad del baúl donde el progresismo la había abandonado a favor de la tan edulcorada equidad. Kirchner vive pidiendo sensibilidad social a los grupos económicos que aún hoy siguen con ganancias extraordinarias. ¿Dónde están “los instrumentos despóticos, sin principios ni moral del peronismo revolucionario”, que utilizaría el presidente para llevar a cabo esos objetivos? Tal vez para Grondona un acuerdo de precios se asemeje a un secuestro extorsivo setentista, pero ¿a Beatriz Sarlo? Las nuevas generaciones que intentamos comprender un mundo difícil necesitamos de mejores intelectuales que nos den algunas pistas. No es el caso.
8 Comments:
brillante, fede
Extraordinario este texto. No sé quién sos, Vásquez, llegué a tu blog a través de otro, y por eso mismo es más genuino el hallazgo. Muy pero muy de acuerdo con la mayor parte de lo que escribís y con la lucidez con que elegís una óptica, pero sobre todo por este post en particular. Además de poner un enlace en un blog que hago, te pido permiso para incluir este texto en otro blog, Nación Apache, que hacemos varios.
bueno, gracias... y desde ya tenés permiso para ponerlo donde gustes.
De acuerdo, pero cómo querrías que aparezca firmado, ¿Fede Vazquez?
Federico Vazquez , y estaría bueno que se agregue mi correo por si alguien quiere mandarme un comentario: fedevazquez@gmail.com
Exacto, Fede. Hay q mirar para otro lado. O no. Pasa que, claro: B.S. escribió su último capítulo como intelectual hace ya mucho tiempo, sólo le queda el nombre, el título de nobleza con el que firma esa sosa página dominical.Su máquina discursiva se volvió ilegible x previsible, su prosa ya no "piensa" sólo reproduce para lo que antes era una minoría "bienpensante" (lectora fiel de Punto...)y ahora desde Clarín pretende masificar, popularizar y funciona porq supo correrse, funciona perfectamente en Nación...así que eso lo dice todo, es la tragedia argentina de Jauretche, el ocaso de los ídolos...aunq vos me hiciste cambiar de opinión: yo la había resignado hace rato, pero eso no está bien: hay q leerla para leer su lugar, vos lo haces con tamaña lucidez. Ella que siga hablando, pero en un claro pase de pelota... La inteligencia sólo puede estar en las respuestas que se le den: tu texto brilla como ejemplo de eso.
Muy bueno el articulo Fede, prometo que cuando sepa agregar los links en el blog, te agrego. Con respecto a la Coca Sarlo, creo que es inimputable, juridicamente hablando. Se horrorizan por que consideran que es una "FLAGRANTE" violacion a la Constitucion Nacional y se rasgan las vestiduras con ello dejando de lado u obviando leer todos los arts de la CN ya que nada dicen del derecho a la vivienda digna, la salud, la educacion, al trabajo, etc y ademas de ser una violacion su incumplimiento es una INMORALIDAD. Sls. Gonzalo Fossa.-
Mis felicitaciones, Fede, un análisis brillante. Leerlo fue para mí como leer mis propios pensamientos, que a veces me cuesta poner en un texto. Recién descubro tu blog, desde ya lo agrego a mis links.
Saludos
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